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Dios lo quiere! Con fuerza arrolladora sintió D. Pedro esta certeza; hay que reconquistar la sociedad para el Evangelio. Él, que desde muy temprana edad se había alistada entre aquellos que “más se querrán afectar y señalar en el seguimiento cercano de Jesús”, ya en la plenitud de su madurez humana y espiritual, recibe un nuevo llamamiento. Dios coloca en sus manos el Carisma fundacional de una nueva Congregación. 

El celo desbordante de su corazón y la acción benéfica de los Ejercicios ignacianos no sólo en su vida personal sino también en la de sus feligreses, son los dos elementos que conjugan en su interior para dar origen a esta “Obra toda de Dios”. No podemos dudar que la génesis de la Congregación es esta. Los frutos alcanzados cuando él mismo daba los Ejercicios a gente sencilla de Murchante (Navarra), fueron una herramienta que proporcionó no sólo grandes beneficios a la piedad y al compromiso solidario en aquel pueblo, fue también la simiente inicial del Carisma Fundacional.

Abrir espacios y proporcionar los mejores medios materiales y espirituales para que también los seglares, pudieran vivir esta experiencia transformante y comprometedora. En esa época (aproximadamente 1915) el movimiento de Ejercicios y las Casas acondicionadas para los mismos, estaban casi orientados en exclusiva a tandas de sacerdotes, religiosos(as) y hombres selectos. Urgía ampliar la esfera a todos, sin distinción de personas y clases sociales.

Dios sigue llamando, eligiendo y consagrando mediante la acción de su Espíritu a algunos hombres y mujeres, seres humanos frágiles, para que dediquen sus vidas a colaborar estrechamente en la tarea de la Redención de la humanidad, con carismas nuevos e indispensables para el crecimiento de todo el pueblo de Dios.

Poseído por la “audacia sobrenatural” que regala el Espíritu Santo a todos los Fundadores, emprende D. Pedro Legaria la tarea, dispuesto a asumir también las innumerables dificultades y sufrimientos, las molestias y sinsabores; los sacrificios y disgustos que traería consigo la fundación.

Es así como el 01 de enero de 1916, con la colaboración de tres jóvenes de Murchante, inicia el camino de fundar ésta Obra; en 1928 ve realizado el sueño de la primera casa de Ejercicios en Tudela y el inicio de la vida en común de las primeras hermanas, en 1940 la Congregación recibe la aprobación Diocesana y en 1958 la Santa Sede les concede la aprobación pontificia.

Actualmente, la Congregación se ha extendido por diferentes lugares del mundo, teniendo presencia en diferentes ciudades de Europa, América y África, donde sus religiosas con la gracia de Dios buscan en todo vivir el lema que recibieron de su Fundador: “consumirme y agotarme en todo mi ser físico, intelectual y moral, por la gloria de Dios y la salvación de las almas”

 

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