Esta es la etapa en la que se asienta el fundamento de la Vida Religiosa y tiene el cometido de poner en marcha todo el itinerario de la progresiva asimilación de los sentimientos de Cristo hacia el Padre (VC, 65).
“Está ordenado para conocer más a fondo la vocación divina y la propia de la Congregación; a experimentar su modo de vida ya probar, tanto la aspiración como la congregación, el propósito y la idoneidad de la candidata ”(Cont. 179).
Su duración es de dos o tres años de acuerdo al proceso personal de cada joven, es una experiencia para ahondar en la vida interior, despertar un amor personal a Cristo y aprender a buscar a Dios en todo, las novicias se preparan a una consagración personal consciente y generosa para servir a Dios y la humanidad como Esclavas de Cristo Rey en respuesta a la llamada amorosa de Dios (Const 182); todo esto, a partir de un proceso de “Integrar” que supone tomar conciencia, incorporar todo lo que pertenece a la propia identidad y que le permite saber quién es, para experimentar en el encuentro con Dios, en la confrontación con la Palabra, la verdad de sí Misma y ser consciente del compromiso que adquiere con la Consagración Religiosa.
Durante el segundo año de noviciado es importante la experiencia que realiza la novicia en una comunidad profesa, por tres meses, con el objetivo de probar y verificar la existencia de la llamada del Señor, la madurez y la libertad de la novicia para una opción definitiva por el Señor en la Congregación, la capacidad de integrar en la vida el trabajo pastoral, las relaciones fraternas y la vida interior. Es un momento concreto de discernimiento en orden a una próxima profesión de Votos temporales.